Quantos teméis al rigor
llorad conmigo, llorad,
que en muriendo el amor
ha de reinar la impiedad.
Mas, ¿qu’es esto, iras mías?
Yo desmayo,
¿no soy yo el rayo
a cuyo ardor violento es inútil
pavesa el firmamento? Pues
denande vengarme
invocaré a Diana
con cuya altiva fuerza soberana
haré que el Dios tonante llore su mal
cuando mi ruina cante.
Claras fuentes, puros cielos,
plantas bellas, tiernas aves,
que con hojas, con matices,
con reflejos, con cristales,
unidos murmurad de mis ultrajes:
atended y veréis
que a mis voces fabrico
heroicas venganzas, débiles desaires.
¡Ha del palacio sumo,
ha del bello homenaje,
reverenciado templo
de célebres deidades!
Oídme, qu’amor viene
a que en Diana le armen
dulces obstinaciones
de esquivas libertades
se d’una vez piadosas;
mas ya a mi voz se abren
del desdeñoso alcazar
las puertas de diamante;
y aun dividiendo el día
en astros materiales
Diana con sus ninfas
diciendo acordes salen.
Claras fuentes (...)