Orfeo
Si me escuchara y pudiera acercarme así a la sombra
que deja un velo en su rostro restando luz a sus ojos
y la pudiera traer conmigo hacia el resplandor
del sol que ilumina el mundo mientras avanza
y persigue la suave luz de la luna, fugitiva en la noche,
sería el poeta salvado por la belleza de Eurídice,
el poeta que comprende el rumor de las serpientes,
el canto de las chicharras,
la astucia de un águila,
el equilibrio de un pato
nadando encima del agua,
la inquietud del colibrí,
los sueños de los murciélagos,
la furia de las avispas,
la voz gruesa de las ranas
que estalla como burbujas
inflamando sus gargantas,
la esmerada lentitud
de la paciente tortuga,
el poeta agradecido con el azar y el destino,
el poeta que festeja las horas que suma el tiempo.