La isla mayor, llamada Chuao, representaba el DO, mientras que siempre habia un SOL sostenido todas las mañanas sonando despierto. La vejez se convirtió en juventud, mientras que èsta se convertía en madurez: coqueta, constante y sonante. El amor era vestido, tragado, bailado y revuelto. Cada ola traía
consigo un mensaje bellisímo:
Te quiero.
Amilcar volvió esta vez de alguno de los mundos asiáticos, y para alegría de todos, decidió quedarse. En esta oportunidad venía vestido de afro naranja con
betas de palmas rosas. Valentina, la más pequeña, cayó, de una, dos y tres,
cargada de 12 cocos, enamorada a sus pies…
En cuestion de 2 segundos, alzaron las velas de limón, de su panela -de
papelon- y al ritmo del bossadub, la china le dedicó estos compases que suenan
a continuación:
Voy camino pa' mi isla voy
A decirle que te quiero en la boquita (x2)
El rejuvenecido galán de la isla quedo in. pactado, in. quieto, in. presionado, in.
amorado, in. tusiasmado con aquella adolescente apodada: la famosa risa hermosa
rosa. El amor del chino que facha rufa con lupe no se comparaba con la explosión de hormonas sinceras de estos 2 amantes del plomo. Los amplicadores
fueron quemados a causa de besos. Los peces ya no navegaban, estos preferían
volar a curiosear. Las alarmas del amor fueron encendidas de ternura, tempura.
Todo era blanco, azul y brillo. No hubo necesidad de regalar anillos.
La ultima chapita rescatada del mar, adornando la mano izquierda de valentina,
bastó para formalizar algo que ya estaba claro. Tan claro que las aguas
quedaron opacas… Eso si, solo por un ratico… El hecho de traer constantes
mensajes de afecto a la orilla hacian el mismo trabajo que el «va verme
limpiecita como un sol «El chino que facha rufa organizó para tal memorable ocasión la más grande de las rumbitas vividas por las costas de Aragua. Los invitados especiales no existían. Eran simplemente todos. En el micrófono cantaban todas las islitas
del caribe al son de Adara Primavera Sonera, la nueva sensación de la infinita
era.
El chino sembro la islita de birritas, margaritas y parchitas. Alli había de todo, eso si, la cara de pasión de la nueva pareja era indescriptiblemente
multicolor. El arcoiris fue el gran decorador de este momento, e invitó a todos
los colores adyacentes a participar, como debeíia ser. Para muchos,
los tonos maravillosamente cálidos, se botaron.
Luego de horas, días y meses de celebración, se dieron cuenta de que la fiesta
era eterna. Nadie quedó sorprendido. Nadie dejo de bailar, ni de cantar
cantando.
Se vivía una rutina que no era la que conocemos. Se respiraba una energía
carente de nada. Se caminaba por ríos, se nadaba por cielos y se volaba sobre
arenas. El sol nunca se apagaba, al igual que las sonrisas con risas.
Definitivamente el cariño de los nuevos enamorados impregno a cualquiera que
estuviera pisando, volando y nadando, los alrededores de esas coordenadas.
Los puntos cardinales volvieron a arrejuntarse sobre el mapa de la alegría
costeña, cuidando la choza de los eternos amantes; demostrando así que nadie
està solo en esta historia.